Huesca, España – El Pirineo aragonés a bocados

Que conste en acta que ir al norte de Huesca y dejar disfrutar a la vista con la naturaleza pirenaica y sus alucinantes relieves no está reñido con darle el gusto al paladar. Los mejores manjares se esconden en los recovecos más insospechados de esta cordillera y, aunque estoy segura de que dejamos muchos por probar, tengo que destacar aquellos que pudimos degustar durante nuestra estancia.

De hecho, para una mejor puesta en situación, referiré los momentos en que pudimos disfrutar de cada uno de estos platos. La experiencia previa a la comida también es importante para conocer el nivel de hambre con el que se llega. ¡Saboreemos de un vistazo!

1. Las Tomasinas de Monrepós

Tomasinas de Monrepós

Situación previa: 6 horas de viaje a Jaca 🚗 (aunque, para ser justas, pudimos disfrutar varios días de las Tomasinas en el desayuno)

Cuando tu anfitriona te pide que pares en una estación de servicio para comprar unas magdalenas, tú no te niegas. Pero es que si hubiéramos sabido lo que nos esperaba, habríamos comprado dos o tres cajas más. El Bar-Restaurante de Monrepós, en la carretera de Huesca a Francia, es una parada obligatoria para toda aquella persona que quiera cargarse de energía antes de llegar a los Pirineos con una caja de Tomasinas.

Parada en Monrepós

En realidad, las Tomasinas son solo uno de los tipos de magdalenas que venden en esta repostera oscense. Recubiertas de chocolate, son la variedad más famosa de esta repostería familiar marcada por una larga tradición, pero existen multitud de opciones diferentes: las Josefinas, las Gordas, las Frambuesitas, las Juanitas, las Sofías y un largo etcétera de apetitosas y dulces variedades.

2. Migas del pastor y costillas de cordero

Migas del pastor

Situación previa: descenso del barranco del Gorgol 🌊

Ni que decir tiene que después de una intensa mañana de barranquismo una comida tan contundente como las migas aragonesas, con chuletillas de cordero de segundo plato, entraba sola.

Las migas aragonesas o migas del pastor, reciben este nombre al tratarse de una comida inventada por estos últimos con el objetivo de aprovechar los restos de pan de varios días. Esto, mezclado con el embutido aragonés, las uvas y el huevo, se convierte en un auténtico manjar, ¡sobre todo para estómagos hambrientos!

Y por si esto fuera poco, para completar el menú nos decidimos por unas chuletillas de cordero. Digamos que recuperamos de golpe todas las calorías quemadas esa misma mañana.

3. Hamburgueruelo en Bujaruelo

Situación previa: paseo por el valle de Bujaruelo 🏞

Tras un corto recorrido circular conociendo de cerca al río Ara, en pleno valle de Bujaruelo, regresamos al refugio de la zona para comer. Nuestro objetivo: probar la famosa Hamburgueruela.

Al comprobar el tamaño de la misma en otras mesas decidimos pedir dos para las tres y a eso sumarle un plato de queso de la zona, como entrante. Creo que no pudimos acertar más en nuestra decisión.

La hamburguesa, con su pan crujiente y su considerable tamaño, venía presentada con un cuchillo clavado en el centro. La carne era de vacuno local y se notaba: solo por su sabor merecía la pena el trayecto hasta ese refugio de montaña.

Si a esto le sumamos el hecho de encontrarnos en una terraza un valle colindante con el Parque Nacional de Ordesa y Monte Perdido, ¿qué más se puede pedir?

Advertencia: el camino hasta allí está asfaltado a tramos así que prepárate para unos cuantos baches de ida y de vuelta.

Gastronomía de montaña

Como decía al principio, los lugares se pueden visitar de muchas maneras. Para mí, disfrutar de la gastronomía local siempre se convierte en una de las formas más gratificantes de conocer cualquier zona. Además, en lugares como el Pirineo, donde la ganadería y la agricultura te permiten probar productos de kilómetro cero y de producción local, no darse el homenaje algún día implica perderse parte de la experiencia.

Estos que describo fueron los grandes placeres gastronómicos de una semana marcada por la ingesta de bocadillos, barritas energéticas y suplementos para recargar pilas en las rutas, pero estoy segura de que hay muchos más por descubrir.

Y, como no hay mejor excusa para volver a un sitio una y otra vez, si tienes alguna sugerencia, por favor, compártela en los comentarios… ¡y a comer se ha dicho!

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