Cancún, México – Día de Muertos en El Caribe

Si estás leyendo esto en el mismo año en que lo escribo probablemente lo leerás como una historia de ficción. De hecho, es lo que va a ser. Porque en este complicado 2020 no podremos viajar, así que lo mínimo que puedo hacer es intentar transportarte a lo que yo viví hace un año, por estas fechas.

Rondaba finales de octubre de 2019 cuando dos aviones aterrizaban en el aeropuerto de Cancún, separados por unas pocas horas. Él venía de Canadá, ella desde España. To be honest, ninguno de los dos veía ese punto en el mapa como algo más que un lugar de encuentro. Pero resulta que el reencuentro coincidió con el famoso Día de Muertos mexicano.

Valladolid engalanada

No fue intencionado, pero México, que había comenzado como decorado, adquiría un papel protagonista en nuestra historia. Los primeros días, las calles empezaban a engalanarse. Alegres guirnaldas con calaveras recortadas, dibujos sobre el suelo con tierras o pétalos coloridos y jóvenes preparando los altares en las plazas de los pueblos. Casi parecía parte del espectáculo, siendo la Riviera maya una zona tan turística.

Isla mujeres preparando una de las plazas

Tras unos días en Playa del Carmen, llegó el momento de mudarse a la Zona Hotelera de Cancún. Allí, como era de esperar, cada hotel tenía su propia celebración de la festividad en sus playas privadas y en sus piscinas. Lo mismo ocurría con todas las discotecas y restaurantes de la zona, totalmente adornados con catrinas, banderines y miles de colores.

Niña catrina

Sin embargo, a unos pocos kilómetros de esa extensión hotelera, Cancún pueblo vivía sus noches de celebración de una manera mucho más tradicional. Cerca del Mercado 28, en pleno centro neurálgico de Cancún, se encuentra el conocido Parque de las Palapas.

En un borde de la plaza, decenas de puestos vendían todo tipo de comida callejera y un sinfín de zumos de frutas tropicales. Raspados, licuados, aguas al momento, chamoyadas o machacados para elegir. Todo parecía igual, por lo que la decisión se volvía compleja. Al final tras mucho reflexionar, el agua de sandía fue la elegida. Una botella de agua reutilizada contenía ese líquido rosado, dulce y refrescante para esas cálidas noches.

Los puestos del Parque de las Palapas
Huarache y agua de sandía para cenar

En el aire se mezclaban los olores dulces y salados: el huarache y los tacos de primero, sin que faltaran unas deliciosas marquesitas de postre. Estos crepes duros volvían a ponerlo difícil a la hora de escoger el goloso relleno que las convertiría en adictivas.

¡A la deliciosa marquesita!
Marquesita de queso fresco y mermelada

Con el estómago lleno, llegaba la hora de acudir hacia el centro de la plaza. Rodeando el lugar, repleto de locales y turistas comiendo, bailando y hablando sin cesar, llegábamos a un escenario. La tarde comenzaba amenizada por grupos de mariachis que animaban a un público más veterano. Sin embargo, a medida que avanzaba la noche, el ritmo aumentaba y el público rejuvenecía. Todo el mundo se animaba a bailar, ya fuera bachata, merengue, salsa o lo que la orquesta decidiera. Incluso sin participar del movimiento, el espectáculo resultaba digno de ver.

Mariachi time

Como si se tratara de una alegre muralla para concentrar la festividad en su interior, la plaza quedaba rodeada por los coloridos altares de muertos. Según se cuenta, la tradición consiste en crear un altar para cada persona a la que quieres recordar y honrarla con aquellas cosas que apreciaba y valoraba en vida. Las flores, la comida y la bebida tenían un puesto especial en la vida de todas estas personas.

Los de la plaza eran altares públicos y, por tanto, dirigidos muchos de ellos a personajes conocidos más que a familiares y seres queridos. Eso quedaría de puertas para dentro. Aun así, las flores, frutas, instrumentos, abanicos y todo tipo de manualidades conformaban una exposición de cariño y alegría de vivir, digna de visitar.

El día 2 de noviembre de 2019 esta historia se acababa como empezó: con dos aviones volando a diferentes destinos separados por varios husos horarios de diferencia. Al final, la casualidad logró que México se convirtiera en un secundario digno de esta historia: dos personas se reencontraban a la vez que lo hacían las familias mexicanas con sus recuerdos de vidas pasadas.

Vida y muerte

Estoy convencida de que leerlo no es lo mismo que vivirlo, pero en este 2020 nos tenemos que conformar con lo primero. Una cosa quedó clara, y es que incluso en un lugar tan turístico como Cancún, es posible sumergirse en esta entrañable tradición mexicana. Este Parque de Palapas consiguió hacernos sentir como en casa, disfrutando de una tradición que nos hace ver la muerte como una forma de disfrutar la vida.

#Volveremosaviajar

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