Te adentras en el bosque, y la luz del sol tiene que empezar a esforzarse por atravesar el frondoso techo que te cubre. El silencio reinante solo lo rompe el susurro de las altísimas hayas, acariciándose con las ramas cuando el aire las mece. Flanqueado por troncos estiradísimos, encuentras un camino vagamente dibujado entre hojas de color marrón rojizo o rojo amarronado. Das un paso, luego dos, y te da la impresión de haber puesto un muro entre tú y el resto del mundo. Ahora ya solo existe Irati, con su aura de misterio y su relajante quietud, que solo puede ser preludio de que algo emocionante va a pasar.
Iratiko oihana, el hogar del Basajaun
El otoño llega con magia a la selva de Irati. El verde musgo contrasta con el vibrante rojo de esas hojas que no sobreviven al final del verano en este bosque pirenaico. El que fuera escenario de la trilogía del Baztan, de Dolores Redondo, tiene un aura especial en otoño. Sus bosques de hayas y helechos te envuelven en una atmósfera de misterio en la que esperas encontrar a su guardián a cada paso que das. La leyenda del Basajaun se vuelve real y casi palpable en los recónditos caminos que se internan por esta selva multicolor.
¿No conoces al Basajaun? Yo tampoco lo conocía poco antes de viajar a Irati. El Basajaun siempre es descrito como un ser grande y cubierto de pelo. Podría parecer un oso quizás, aunque sería más conveniente compararlo con un Bigfoot, ibérico en este caso. Y, a pesar de su aspecto enorme y temible para cualquiera que se lo cruce en estos bosques, su cometido no puede ser más bondadoso. Según la mitología vasconavarra, él es el guardián del bosque y todas sus acciones estarán enfocadas a protegerlo. Y no es para menos: cualquiera que tenga el valor de dañar una maravilla natural como la Selva de Irati debería ser severamente reprendido.
La Selva de Irati es el segundo bosque de hayas y abetos más extenso de Europa, después de la Selva Negra de Alemania. Nunca habría pensado que existía un sitio como este en España, tan cerca y tan lejos al mismo tiempo. Y sin embargo ahí está, sobreviviendo otoños en la frontera con Francia, y deslumbrando a todo el que se adentre en el hogar del Basajaun.
Irati desde dentro
La Selva tiene dos entradas, una por el oeste, cercana a la localidad de Orbaizeta, y otra por el este, pasando Ochagavía. Nosotros hicimos una ruta por cada lado y, si tuviera que escoger solo una, la verdad es que no sabría cúal elegir. Ambas tienen la magia de la región en que se encuentran y, aunque su naturaleza sea parecida, cada una tiene un carácter propio, único e intransferible. Por ese motivo, voy a compartir ambos recorridos y dejo la decisión en tus manos. Porque lo que sí puedo afirmar claramente es que, tanto por un lado como el otro, la Selva de Irati enamora con sus contrastes y su ancestral mitología.
Iratkoetxeak, camino viejo a Koixta
Pasando por Ochagavía y ascendiendo por un verdísimo monte, con caballos pastando en inclinaciones imposibles, llegaríamos a la zona conocida como Casas de Irati o Iratkoetxeak. Ese punto marca el inicio de varias de las rutas que salen desde el acceso oriental a esta Selva.
Por nuestra parte, tras acudir al punto de información existente en la zona de aparcamientos, nos decidimos por la ruta conocida como camino viejo a Koixta. Esta ruta es circular, ya que en cierto punto, antes de alcanzar el embalse del mismo nombre, emprende el camino de vuelta por el otro lado del río Urtxuria.
En contra de lo que esperaba, los paisajes que encontramos por esta ruta serían muy variados. Empezábamos por la más típica y contrastada estampa de esta Selva de Irati, con sus caminos rojos y verdes, rodeados de rectos y elegantes troncos cubiertos de musgo. Durante algo más de una hora y algo menos de dos, avanzamos con la impresión de ir a encontrarnos con el Basajaun a cada paso.
En un momento dado, el camino desemboca en carretera, que nos llevaría al que decidimos llamar el «Valle de los caballos». Esta zona era precisamente el punto de giro dentro de la ruta circular, y decidimos hacer una parada para disfrutar de la vista de postal que nos proporcionaban estos animales, bebiendo y pastando tranquilamente.
Tras esta pausa, empezamos a ascender por una colina repleta de hojas caídas. De hecho, era tal la presencia de estas hojas caducas, que los caminos se desdibujaban y era un auténtico reto ubicar la siguiente indicación en los árboles. A pesar de ello, seguimos ascendiendo sin descanso hasta que nos encontramos una zona repleta de helechos. Aquí el cielo estaba despejado de hojas, y podíamos disfrutar del paisaje a todo color.
Una vez hubimos pasado la zona de los helechos emprendíamos la bajada. Esta discurría por un túnel de árboles y por caminos más estrechos, hasta encontrarnos, finalmente, con la ermita de Nuestra Señora de las Nieves. Ese sería el punto final de nuestro recorrido.
La ruta es de unas 4 horas de duración así que, como llegamos a primera hora de la tarde, decidimos alargarla un poco y acercarnos a la Cascada del Cubo. Este trayecto es más sencillo, ya que discurre por una pista forestal, lo que hace la ruta más cómoda y rápida de abordar que la anterior.
En este caso, el premio se encuentra al final del recorrido, donde te encuentras con una bonita cascada sumamente fotogénica. Llegados a este punto, y con el atardecer por delante, decidimos sentarnos a esperar pacientemente el momento perfecto para la foto, mientras nos olvidábamos del mundo exterior con el sonido del rumor de las aguas.
Esta ruta fue nuestro primer contacto con la Selva de Irati, pero durante los días que pasamos por allí, no dejaron de sorprendernos todos y cada uno de sus rincones. Los pueblos pirenaicos de su entorno, tanto franceses como españoles, así como la ruta desde Orbaizeta, nos dejaron con ganas de no salir del enigmático cuento en que te envuelve esta selva. Quién sabe, puede que, en cierta manera, sea el efecto calmante del Basajaun, pero tendrás que ir hasta allí para comprobarlo.
Hola Alba! Para la próxima vez que te acerques a la selva te recomiendo que te des un paseo hasta Abaurrea Alta (entre Ochagavía y Orbaiceta) para conocer su museo de estelas. Está justo detrás de la iglesia y consiste en un precioso laberinto en el que se exponen las piezas ¡seguro que te encanta! (más información buscando @hilarriak en internet)
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Muchas gracias por el consejo! A ver si podemos volver pronto por esa zona, que nos dejó con ganas de más! 🙂
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Pues no conocia nada de esto, si parecen parajes de cuento y que fotos tan chulas, dan ganas de perderse por alli.
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Hola!! La verdad es que yo un día descubrí esta zona en unas fotos y cuando me enteré de donde estaba, no lo podía creer! Pensaba que este bosque estaría perdido por Alemania o algo así, pero lo tenemos aquí al lado, así que tienes que ir a visitarlo sin falta! 🙂 Gracias por tu comentario Alma de Caribu!
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Pues si , estamos rodeados de lugares increibles , yo tengo que conocer mas España, casi siempre voy fuera, pero Es cierto que tenemos verdaderas joyas.
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