La Torre Eiffel, el Arco del Triunfo, la larga y ostentosa avenida de los Campos Elíseos, los barcos por el Sena, Notre Dame, Montmartre con el Sacre Coeur coronando su cima… Todos y cada uno de estos nombres tienen su representación gráfica en nuestras cabezas, hayamos pisado o no la capital francesa. Sus monumentos y sus calles son archiconocidos y cualquiera podría reconocerlos sin margen de error.

La famosa ciudad del Amor tiene, sin embargo, una cara oculta con la que no contamos cuando planeamos nuestro viaje a París. Y es que a cada foto de esas que tenemos en mente tenemos que añadirle marabuntas de turistas sonrientes frente a los objetivos, codazos, colas y autobuses que descargan cámaras pegadas a cuerpos humanos que vienen, sacan sus fotos testimoniales y se van.

Estos individuos son muchas veces tan retratables o más que los monumentos que visitan. Es un animal que no está en peligro de extinción y que genera un sentimiento entre rabia y frustración al que toca rendirse cuando, tras 8 intentos, las hordas de turistas llegados de todas partes del mundo continúan metiéndose en tus fotos. Y hay algo aún peor: cuando estás allí tú eres uno más de ellos.

Y es en ese preciso momento cuando me decido a dedicarles un reportaje. Porque al final, vayamos donde vayamos, nuestras fotos tienen un elemento en común y son los turistas que se nos cuelan en cámara. Y porque hay veces en que estos individuos, tan presentes como secundarios en nuestras fotos, cogen el papel protagonista y ante eso no queda otra que reírse y disfrutar la ocasión. Así que, con París como escenario, esto va por todos ellos… y por ti, por todas las fotos en las que habrás salido sin querer y sin percatarte:

• Empezamos por el Louvre, parada obligatoria a la que acudir, tanto por lo que guarda dentro como por lo que ves por fuera. Y, por supuesto, un lugar así da mucho de sí encontrando turistas. El espectáculo de la lucha por la buena fotografía podría considerarse un deporte, sobre todo cuando las que se tienen enfrente son dos obras de arte algo conocidas como estas.

• Pero no todos se quedan en el Louvre… En el Museo de Orsay, al otro lado del Sena, también encontraremos fantásticos protagonistas para nuestra caza de turistas. Pero aquí tuve suerte y sus sombras no difuminan ni hacen desaparecer la inconfundible silueta del Sacre Coeur,  centro neurálgico de la fotografía,  hecha al reloj de esta antigua estación de tren, ahora reconvertida en pinacoteca.

• Y hasta allí nos vamos con estas vistas. Las escaleras que ascienden al Sacre Coeur, en el corazón del barrio de Montmartre son una auténtica pasarela, con modelos de todas las nacionalidades, aunque con una fuerte predominancia asiática. Si te sientas abajo del todo podrás verlos subir, bajar, agacharse, tumbarse y hacer posturas imposibles hasta encontrarse satisfechos con el resultado de sus fotos. Y este entretenimiento, con la basílica de fondo, no deja de tener su encanto.

• Aún así, no siempre hay que acudir a los centros de interés más conocidos. Los turistas ocupamos la ciudad entera, buscando el lugar adecuado para esa foto perfecta en la que o no salga nadie, o salgamos solo nosotros. Lo que está claro es que en muchas de las mías yo fracasé en ese intento, pero lo bonito es que en algunas el error ha acabado siendo el eje de la foto. Ellos dos son un ejemplo.

• Y ahora ya sí, la joya de la corona. Estas tres mujeres posaron así durante 10 minutos frente a la Ópera Garnier y la verdad es que aquí fui yo la que no pude evitar el impulso de retratarlas. Y, sinceramente, creo que fueron ellas las que me hicieron pensar en escribir esto. Solo espero que al final consiguieran una foto para enmarcar después de todo ese esfuerzo 🙂

Ahora ya sí, cierro este reportaje fotográfico dirigiéndome a todos ellos con esta carta abierta a todos los que visitamos ciudades y países ajenos cámara en mano:

Queridos turistas, 

Gracias por haber entrado en todas estas fotos sin daros cuenta porque ahora, mirándolo con perspectiva, muchas veces sois el valor añadido a tanto monumento y lugar emblemático. A partir de ahora os trataré con más paciencia, lo juro, y me limitaré a alegrarme por poder compartir nuestras presencias inmortalizadas mutuamente por toda la eternidad.

Solo espero haber salido tan bien en vuestras fotos como vosotros en éstas.

Con cariño, siempre vuestra.