Existen muchas historias de amor como ésta, que viajan a través de los siglos hasta que nos encontramos con ellas en la actualidad y nos hacen caer rendidos a sus pies. Sin ir más lejos, en Teruel tenemos la historia de sus Amantes, que murieron de pena al no poder dedicar su vida al otro. Sin embargo, en esta ocasión, la historia se vuelve algo más turbia. En Alcobaça, un pueblecito portugués cercano a Lisboa, descansan los cuerpos de Inés y Pedro y, allí mismo, descansa su historia.

Poco más hay en el pequeño pueblo portugués de Alcobaça que su enorme Monasterio. La conocida Abadía de Santa María de Alcobaça conquista una enorme plaza, completamente abierta, que permite la contemplación de esta gran construcción. En el centro de una extensa estructura, que destaca por su simplicidad arquitectónica, se alza la iglesia. Una vez dentro podemos admirar sus altos techos y sus colores claros. Avanzamos caminando por el pasillo y, una vez llegamos al crucero de la iglesia, nos encontramos en el centro de esta historia de amantes. A nuestra derecha queda Pedro I, rey de Portugal, y a nuestra izquierda, su querida Inés de Castro.


Una vez puestos en situación y localizados en el Monasterio donde Pedro e Inés descansan, ahora ya sí, os contaré la historia de estos amantes. Una historia entre la realidad y la ficción que alcanzaría gran fama en todo Portugal.
La historia comienza cuando el infante Pedro, hijo de Alfonso IV, rey de Portugal, decide recibir a doña Constanza Manuel en Portugal, con quien estaba arreglado su casamiento. Esta dama, hija del duque de Peñafiel y marqués de Villena, vino acompañada por toda su corte, como era costumbre en la época, y entre sus damas de honor estaba su confidente y prima Inés de Castro. El amor entre Inés y don Pedro surgió nada más verse de forma inevitable, pero la promesa de matrimonio ya estaba hecha.

Por ese motivo, don Pedro se casaría con doña Constanza, pero su corazón había quedado ligado para siempre al de Inés. Era un amor imparable y por esa razón los amantes comenzarían a encontrarse en secreto. Doña Constanza era consciente de esos encuentros, pero poco tiempo tendría que aguantar esa relación extramatrimonial, ya que en 1345 la noble dama moriría.
Tras la muerte de su esposa, don Pedro decidió vivir su amor por Inés de forma oficial, aunque fue una decisión sumamente criticada por el pueblo y, principalmente, por su padre, el rey Alfonso IV de Portugal. Las tensiones fueron creciendo y se harían tan fuertes que el rey finalmente ordenó asesinar a la amada de su hijo en 1355. Don Pedro, loco del dolor, lideró una rebelión contra su padre y, cuando finalmente ascendió al trono en 1360, decidió saciar su sed de venganza. Para ello mandó capturar y matar a todos los asesinos de su amada y arrancarles el corazón.

Pero esto no era suficiente para don Pedro para vengar la muerte de su amada. Por ese motivo, ordenó desenterrar a Inés y, tras conseguir la declaración del obispo de haberlos casado en secreto tiempo atrás y una bula del Papa aceptando el enlace, la hizo coronar reina. Sentados ambos en sus tronos, don Pedro otorgó póstumamente a Inés el título de reina de Portugal. En ese mismo año, el ya por aquel entonces rey mandó construir dos magníficas tumbas en piedra, para descansar juntos para siempre en el Monasterio de Alcobaça. Cuenta la leyenda, que el rey Pedro pidió que las colocaran frente a frente para así poder ver a su querida Inés de inmediato el día del Juicio Final.
Hasta aquí la historia de estos dos amantes en el territorio de Portugal y de la reina que reinó después de morir. Como no podía ser de otra forma, esta historia ha inspirado a artistas de todo tipo. Entre ellos está la cantante de copla Carmen Morell, que le cantaba a Inés de Castro de la siguiente manera:
Doña Constanza salió
de España pa’la Coimbra.
Doña Inés la acompañaba,
Doña Inés la acompañaba;
su mejor dama y amiga.
Don Pedro salió al encuentro
con su corte a recibirlas
y de Inés quedó prendado;
nunca vio mujer tan linda.
Doña Constanza de pena,
por el rey se moría
y el rey por Doña Inés,
daba su alma y su vida.
Doña Constanza murió
y Portugal que sabía,
la pena que la mató
la muerte de Inés de Castro
el pueblo entero pidió.
La condenaron a muerte;
la condena se cumplió,
y al rey Don Pedro dejaron
viviendo sin corazón,
viviendo sin corazón.
¡Reina para Portugal!
el pueblo a voces pedía
y el rey busca la venganza,
del amor que fue su vida.
Le consumía la pena
sin tener noche ni día
y sin descanso buscaba
aquel que le quitó la vida.
Y por fin Inés vengada,
en el palacio real;
fue proclamada la reina
del reino de Portugal.
Esta es la historia de don Pedro e Inés de Castro, una historia que traspasa siglos y fronteras. Ellos descansan en el Monasterio de Alcobaça, pero su historia revive con cada nueva persona que pasa por allí. Y debéis saber que incluso ahora, casi 7 siglos después, don Pedro sigue esperando a su querida Inés. Pero claro, con tanto tiempo, a algo más se tiene que dedicar el pobre hombre, que la realeza ya no es lo que era…

PD: La mayor parte de las imágenes tengo que agradecérselas al fotógrafo oficial de los viajes en familia, siempre tan surtido de cámaras e ideas para las fotos 🙂