«Abierto. Pase sin llamar».
En el cartel de una puertecita rodeada de blanco y azul, en la calle Fray Luis de León, encontramos esta frase que nos invita a pasar a la Bodeguilla de Basilio. Nada más entrar descubrimos que el horror vacui va a ser la norma de este local conquense. Las paredes curvadas, como si de una cueva se tratara, se encuentran repletas de todo tipo de cosas: desde utensilios y herramientas agrícolas hasta marcos de fotos, desde donde nos observan miradas famosas junto a un sonriente Basilio.


Este peculiar establecimiento está formado por tres salas conectadas donde, a pesar de contar con una quincena de mesas y largas barras, no cabe un alma. Y es que no es solo la fama y la tradición lo que precede a este típico establecimiento de la capital conquense, sino una característica más allá que lo define totalmente. Nada más entrar, en la pared de la izquierda -la menos colapsada del local!- leemos «Déjese llevar, pídanos una bebida y deje que nosotros le obsequiemos con las tapas del aperitivo». Y es que, en este original establecimiento no tendremos que preocuparnos de mirar una carta. Será nuestra sed la que determinará nuestro menú y es que la comida consistirá en tapas y pretapas que acompañan a cada bebida. Por supuesto, la cantidad presente en los platos dependerá del número de personas que seamos (en nuestro caso, dos).
Una vez explicado esto, pasemos a describir el menú: por lo general, cuando el grajo vuela bajo, algunas de las tapas irán acompañadas por sopas sabrosas y calentitas. Este fue el caso de la primera tapa. Esta consistía en un plato combinado con huevos de codorniz, jamón, calabacines a la plancha, lechuga, lo que parecían unas croquetas de patata y unas rebanadas de pan con sobrasada. Todo ello con pimentón dulce espolvoreado por encima. Y, como ya he mencionado, antes de este platazo pudimos disfrutar de dos pequeños cuencos de sopa casera calentita.


La segunda tapa consistía en un plato principal de sepia con ensalada de lechuga y tomates. En este caso, de nuevo, acompañaron el plato principal por una sopa de cocido con carne, patata y pan. Por último, la tercera tapa consistió en dos tostas de jamón con pimentón y sobrasada.

Por desgracia, nosotros habíamos llegado tarde al local y solo conseguimos llegar hasta la tercera, antes de que cerraran a las 16h. Sin embargo, varias personas nos habían recomendado llegar, como mínimo, a la cuarta tapa. Y, aunque no hayamos podido confirmarlo con el paladar, mis sentidos de la vista y el olfato reafirman esta opinión. Durante el rato que pasamos en el local vimos varias veces pasar por delante de nosotros una pequeña brasa y un plato con grandes trozos de carne. Y es que la cuarta tapa eran chuletillas de cordero a la brasa, cocinadas por el propio cliente a su gusto en la propia barra.
Nosotros, con 3 tapas y 3 bebidas consumidas, pagamos en torno a los 10€ por persona. Aunque no comimos en la Bodeguilla ningún plato típico de la zona, como pudieran ser el ajo arriero o el morteruelo, la verdad es que la visita a esta típica taberna mereció la pena. Ya no tuvimos otra ocasión para volver y cobrarnos la revancha de esa cuarta tapa, pero nos queda pendiente una nueva visita a Cuenca y a su Bodeguilla.