Freiburg im Breisgau, Alemania – La puerta de la Selva Negra

Para mi sorpresa, una escapada a la puerta de la Selva negra en Alemania no salía tan caro desde Mulhouse como pensaba en un principio. Comprando un billete Dual 1 en las máquinas del Ter (trenes regionales de Alsacia), el viaje de ida y vuelta en un día salía por 13€. El módico precio del billete sumado a que me quedaban solo dos semanas por Alsacia me llevaron a embarcarme en una visita rápida a la vecina alemana de Mulhouse.

Freiburg es el destino de compras preferido de los alsacianos, por sus precios bastante más reducidos y moderados que en Francia, pero es que, además, esta pequeña ciudad no tiene desperdicio. Es ampliamente conocida como la puerta de la Selva Negra (Schwarzwald, en alemán) y se podría considerar la capital ecológica del país por su gran promoción de las energías renovables.

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En cuanto a la ciudad en sí, su casco antiguo es muy coqueto. Está formado por calles adoquinadas recorridas por pequeños canales conocidos como Bächle. Estos pequeños arroyuelos artificiales esparcidos por toda la ciudad son una de sus grandes atracciones y llevan en Freiburg mucho más que sus habitantes. Su existencia data de la Edad Media y, según cuentan los locales, la tradición dice que si caes por casualidad en uno de estos canales te quedarás en Freiburg un tiempo. Estos riachuelos tienen además una influencia microclimática que ayuda a controlar las temperaturas en veranos de mucho calor. 

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Canales o Bächle de Freiburg

Otro punto destacable en Freiburg es su ambiente universitario. La universidad es una gran protagonista en la vida de esta ciudad, ya que se encuentra integrada en el casco antiguo. Esto favorece un ambiente estudiantil que dinamiza la ciudad, desde sus cafés y bares hasta sus calles repletas de colores y bicicletas. 

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Aunque, hay que decir que sus precios también ayudan a potenciar la actividad en esta ciudad. No es de extrañar que los alsacianos crucen la frontera para hacer sus compras, sobre todo en lo referido a productos de belleza, ya que las diferencias de precios son remarcables. Una mujer alsaciana con la que compartí el trayecto en tren me dijo que viajaba a Freiburg una o dos veces al mes para hacer sus compras y, de paso aprovechaba para disfrutar de la ciudad, practicar alemán y comer algún helado. Y es que, según me dijo y tal y como pude comprobar, en Alemania (o al menos en Freiburg!) son grandes amantes de los helados. Y no es para menos, ya que encontré un sitio donde los vendían por tan solo 80 céntimos (en Francia por un cono con un solo sabor te cobran un mínimo de 2,20!)

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Jabones con forma de helado!

 

En cuanto a la ciudad en sí, el casco antiguo es encantador y, como en Alsacia, destaca por sus pequeñas casitas de colores y sus canales y puentes que aparecen por sorpresa mientras te recorres la ciudad. Lo primero que hice al llegar fue dirigirme a la Oficina de Turismo, pero después recorrí la ciudad sin un patrón fijo. Creo que en las ciudades como Freiburg lo bonito es pasearse por donde los pies te lleven e ir dejándote deslumbrar por las callecitas que descubres. Así pues, puse rumbo a unas colinas verdes que percibía al fondo del casco antiguo mientras callejeaba. De esta forma me encontré con las puertas de la antigua muralla: Martinstor en la calle Kaiser-Joseph-Straße y Schwabentor, al lado de la colina del Schlossberg. Estas son las dos únicas torres que se conservan de la antigua muralla defensiva de la ciudad. 

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Cruce en la calle Kaiser-Joseph-Straße
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Tranvías en la calle Kaiser-Joseph-Straße
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Martinstor, antigua puerta de la muralla

Otro punto a favor de esta pequeña ciudad alemana, es que se encuentra rodeada de naturaleza. Mires donde mires ves colinas repletas de árboles que conforman un lugar perfecto para pasearse a la sombra de los árboles, correr o para escaparse a leer un rato. Cerca la torre de Schwabentor, encontramos la colina de Schlossberg. Subiendo un poco por unos caminos que encontramos entre árboles encontramos un mirador que nos permite conocer Freiburg desde las alturas. Desde allí podemos disfrutar de una panorámica perfecta de tejados bajos y con la Catedral como protagonista de la escena. Si el día acompaña, merece la pena sentarse a observar la ciudad con calma desde las alturas.

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Además, en esta colina encontramos un Biergarten, bastante conocidos en la ciudad. Estos lugares son una especie de merenderos donde se puede beber cerveza y comer un buen plato al aire libre. Suelen contar con mesas largas con bancos corridos, perfectas para compartir entre varios grupos.

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Una vez hube descendido de esta colina emprendí el camino hacia la Munsterplatz. Callejeando de nuevo, llegué hasta la plaza, donde finalmente pude encontrarme con su imponente catedral. Este rascacielos resulta impresionante comparado con la talla de los edificios que la rodean, y más aún al encontrarse sola en el centro de la enorme plaza. Cuando llegué a la plaza serían las 13.00, por lo que tuve la suerte de disfrutar del mercado que ponen todas las mañanas hasta las 14h (excepto los domingos). Allí, mientras rodeas la gigantesca catedral, puedes disfrutar de puestos variados donde puede comprarse un poco de todo: desde mostazas o vinagres ecológicos hasta vendedores de frutas y flores o carritos de venta de salchichas (las famosas wurst!). Tras dar una vuelta completa a la catedral, cuya superficie oscura y su aspecto gótico contrastaba con la alegría del mercado y el día soleado, decidí integrarme entre el público de estos deliciosos puestos. Finalmente me decidí por un bocadillo de Rote Long y un paquete de fresas y me senté a disfrutar del ambiente y de la comida.

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El resto del tiempo que pasé por la ciudad lo pasé callejeando y, aún cuando cogí el tren de vuelta, pensé que me habrían quedado mil rincones por descubrir en esta pequeña y coqueta ciudad. La verdad es que, aunque fue una visita más corta de lo que hubiera deseado, Freiburg Im Breisgau me enamoró con lo poco que pude disfrutarla.

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