Según cuentan, los Pastéis de Belém fueron creados por los monjes del Monasterio de los Jerónimos. Debido a una revuelta, el monasterio cerró en 1834, por lo que el panadero del lugar decidió venderle la receta al empresario portugués, Domingos Rafael Alves. Éste, viéndole futuro al producto, decidió abrir un local cerca del Monasterio, donde fabricarlos y venderlos. De esta forma, en 1837 la Casa dos Pastéis de Belém abrió sus puertas y así permanecen casi dos siglos más tarde.

Este local permanece desde entonces en la Rua de Belém nº84-92, y tiene colas desde que abre hasta que cierra (de 8.00 a 23.00!). Aparte del sabor y el olor de estos deliciosos pastelitos, otra característica consigue llamar nuestra atención hacia ellos, y es que la receta sólo la conocen -según dicen-, 3 personas en el mundo. Estas tres personas que conocen la receta secreta de los Pastéis de nata o Pastéis de Belém tienen ciertas obligaciones, sin embargo. Nunca viajan juntos en el mismo transporte y piden tres platos diferentes si van a comer a un restaurante, para evitar llevarse el secreto a la tumba. Estos deliciosos pasteles son uno de los misterios de la capital portuguesa y parece que así seguirá a lo largo del tiempo.
Semejante al misterio de la Coca Cola, estos pasteles llevan más de un siglo fabricándose a puertas cerradas. La Oficina do Segredo es la cuna de estos auténticos pastéis, cocinados según la receta inicial, con muy pequeñas modificaciones. El paso a esta área está restringido, y de allí sacan los jefes de cocina ya hechas la masa y el relleno, que luego decenas de manos expertas colocan en moldes con una maña impresionante. De ahí, los pastéis de nata van directos al horno y, tras unos cuantos minutos, a la boca de sus afortunados clientes. Se hacen una media de 20.000 pasteles al día en esas cocinas, y hasta 50.000 en ocasiones especiales.
A estos deliciosos pasteles su apariencia no les hace justicia. A la vista parecen una especie de mini cremas catalanas, con la superficie churruscadilla, pero al probarlo tienen un sabor muy parecido al de la leche frita (para los que no la hayan probado, un postre hecho principalmente a base de leche y canela). Tienen un servicio para llevar, pero la verdad es que merece la pena quedarse a disfrutarlos recién salidos del horno. El local es un laberinto interconectado de pasillos, repletos de azulejos blancos y azules y endulzados por el olor del azúcar y la canela entremezcladas. Recorriendo sus pasillos podemos incluso llegar a ver desde una cristalera el proceso de desmoldado de estas pequeñas delicias. Eso sí, si estáis a dieta, ni se os ocurra adentraros en este establecimiento porque será un sinónimo de tortura.


El precio es de 1’05€ por pieza y, por lo general, deben comerse con canela y azúcar glas espolvoreada por encima. Existen también, como he mencionado, cajas de 6 para llevar, que vienen con sus correspondientes sobres de canela y azúcar.
Estos pasteles son patrimonio portugués y se pueden encontrar casi en cualquier pastelería, pero la primera vez hay que probarlos en este establecimiento. La primera vez hay que probar los Pastéis do segredo.