Girona, España – La Costa Brava y sus caminos de ronda II

Se suele decir que las segundas partes nunca fueron buenas, pero en este caso podemos decir que vivimos una excepción a la regla. La auténtica lástima en este caso fue no tener más días para disfrutar de la Costa Brava en profundidad, pues nos dejamos muchísimos rincones por visitar. Como ya dije, en la primera parte de este post, los caminos de ronda que recorren la Costa Brava dieron un vuelco a nuestro viaje que nos dejaron con muchas, muchas ganas de más.

Los caminos de ronda recorren esta costa catalana a la voreta del mar, dándonos una perspectiva privilegiada que de otra forma no puede apreciarse. Por lo tanto, como no habíamos tenido suficiente con la ruta desde Cala Palamós hasta Cala Estreta, continuamos recorriéndonos esta peculiar costa a pie por una nueva ruta.

 

Esta vez decidimos empezar por la Cala El Golfet, en pleno Cap Roig, y llegar hasta Calella de Palafrugell. El Cap Roig está al norte de la zona boscosa desde la que llegamos el día anterior hasta la Cala Estreta. Toda esta zona es un Espacio Natural protegido que va desde la Playa del Castell (que visitamos en nuestra otra ruta), hasta el Cabo Roig. En esa zona se organiza todos los años un festival de música, el Festival Cap Roig, desde mediados de julio hasta mediados de agosto. Nosotros estuvimos allí por esas fechas, pero no llegamos a disfrutarlo.

Ruta 2
Ruta desde El Golfet hasta Calella de Palafrugell

Llegamos, por lo tanto, a la zona norte del Cap Roig y aparcamos por donde pudimos. Desde allí empezamos a buscar indicaciones hacia los caminos de ronda y no fue muy complicado llegar hasta el mar. Accedimos a los caminos de ronda por la Cala de El Golfet. Sinceramente, esta se convirtió rápidamente en mi cala favorita de las que vimos por la zona. Contaba con varias zonas de baño, unas con arena y otras de roca, y con un entorno muy amplio para hacer snorkel. Es recomendable el uso de escarpines para el acceso a las calas, y es que, además, hay varios lugares perfectos para saltar al agua a los que sería difícil y más doloroso acceder sin el calzado adecuado. A pesar de la fría temperatura del agua, esta cala la disfrutamos en particular, ya que contaba con varios rincones y zonas a descubrir. Aun así, al cabo de un rato y tras secarnos un poco, emprendimos el camino hacia el norte, en busca de Calella de Palafrugell.

 

Los caminos de ronda que discurrían por esta zona eran fácilmente reconocibles y localizables y estaban mejor habilitados que en nuestro recorrido anterior. Aunque por lo general caminabas sobre tierra y piedrecillas, la mayor parte del camino estaba bordeado por un murete de piedra por la parte del camino que da al mar. A lo largo del camino vamos encontrando varios túneles, que facilitan el camino por esta escarpada costa.

Los accesos a las calas, por el contrario, eran más complicados. No logramos ver el nombre de ninguna de las que visitamos en este recorrido, pero descendimos al agua en varias ocasiones y, a medida que nos acercábamos al final del recorrido, más difícil se hacía volver a subir desde las calas. El problema principal es que, hacia el final, el desnivel entre el camino y el mar es pronunciado, por lo que la bajada es relativamente fácil, pero hay que pensárselo dos veces por la subida. Por ejemplo, en la última cala que visitamos durante el trayecto, justo en la zona en la que empezábamos a vislumbrar Calella de Palafrugell a lo lejos, la pendiente era empinada y la tierra estaba bastante suelta, por lo que había que avanzar con un cuidado extremo para no deslizarse. Así que, aunque las vistas y el snorkel que hicimos en la cala merecían la pena, no sé si volvería a repetir esa experiencia. Además, decidimos llamarla Cala Mosquito, por la gran cantidad de ellos a los que servimos como festín allí abajo.

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Vistas desde «Cala Mosquito»
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Llegando a Calella de Palafrugell

Cuando ya empieza a atisbarse el bonito pueblo blanco de Calella, el camino no tarda en ensancharse y dar paso a las calles que te llevan hasta la playa principal del pueblo. La calle más cercana al mar, conocida como Carrer Les Voltes, ofrece una estampa muy peculiar. Esta calle en primera línea de playa permite observar la costa desde un porche con grandes arcos, dando la impresión de ser ventanas al mar. Enfrente quedan las playas de Port Bo y Calau, repletas de turistas y locales en esta época del año.

Estas arcadas, que eran antiguamente utilizadas como cobijo para los pescadores, proporcionan ahora una magnífica perspectiva para descansar tras el camino. Tras un rato de reposo, viendo el sol bajar, nos decidimos a emprender el camino de vuelta por el mismo sitio por donde habíamos venido.

La verdad es que esta ruta nos dejó totalmente impresionados. Lo combina todo: calas, naturaleza y rutas al lado del mar. Poder descubrir la costa a pie fue un añadido inesperado a nuestro viaje a la Costa Brava y nos dejó con ganas de seguir recorriéndola durante días.

Conclusión: volveremos 🙂

 

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