La verdad es que, antes de visitarla, Girona no me resultaba especialmente atractiva. No porque hubiera visto algo que me disgustara sobre ella sino, más bien, porque nada me había llamado la atención. Sin embargo, en 6 días recorriendo esta provincia, me di cuenta de dos cosas. La primera es que nos habíamos quedado cortos con los días de la visita. La segunda, que estaba totalmente equivocada al menospreciar Girona.
Ya que íbamos a subir al noreste de la Península, decidimos dividir los 6 días de viaje entre la costa y el interior de esta provincia. Había varios pueblos de renombre en el interior -Besalú, Castelfollit de la Roca…- que estábamos interesados en visitar, pero, por supuesto, la Costa Brava debía tener también un enorme peso en nuestro viaje. Por lo tanto, tras más de 6 horas de camino, llegamos a nuestro alojamiento en la localidad de Palafrugell. Durante nuestros días en la costa estuvimos viviendo en casa de una amable señora, catalana de nacimiento y de corazón, que encontramos a través de Airbnb.
Para los que no hayan probado nunca la experiencia del Airbnb, hay que decir que puede convertirse en una experiencia muy agradable con la gente adecuada. En nuestro caso en Girona, la dueña de la casa no pudo ser más amable con nosotros y, cada mañana, tras prepararnos un desayuno casero, nos detallaba los diferentes rincones que podíamos visitar de esa costa, de la que se le notaba enamorada.
Así, hablando con ella, fue como oímos por primera vez hablar de los caminos de ronda. La Guardia Civil empleaba antiguamente unas sendas cercanas a la costa para vigilar y controlar el contrabando en la zona. Esos caminos, hoy en día, se han convertido en la perfecta conexión entre calas para senderistas y amantes del snorkel. Este descubrimiento, de la existencia de los caminos de ronda (camins de ronda), daría un vuelco a nuestro planteamiento inicial para visitar la zona.
La Costa Brava hace honor a su nombre. No es que la marea sea especialmente fuerte -al fin y al cabo seguimos en el Mediterráneo-, pero su silueta es escarpada y para recorrerla tienes que currartelo a conciencia. En nuestro primer día por allí nos decidimos por una ruta a pie desde la Cala Palamós, en Sant Joan de Palamós, hasta Cala Estreta. En el vídeo y en las imágenes comprobaréis que de verdad merece la pena, pero, antes que nada, un pequeño aviso: calzado cómodo o vuestros pies lo pagarán!
En nuestro caso la ruta que seguimos es la dibujada en la imagen (arriba ↑). Los caminos están bien definidos y por lo tanto se puede recorrer de forma bastante intuitiva. Además hay indicaciones cada cierto tiempo para no perderse por caminos alternativos que nos sacarían del camino de ronda.
Nosotros empezamos nuestro trayecto desde la Cala Palamós, recorriendo la Punta de Sant Esteve. Ahí nos dimos ya el primer baño en una de las primeras calitas accesibles desde el camino (no conozco el nombre!). Tras refrescarnos un poco y descubrir lo fría que está el agua en esa costa, continuamos el camino, bordeando la costa con unas vistas más que privilegiadas desde las alturas. En un momento dado el camino se ensanchó y nos integramos en un pequeño bosque, desde donde podíamos contemplar la Cala S’Alguer y apreciábamos la Playa del Castell.

La Cala S’Alguer merece ser tratada un poco aparte pues, aparte de lo curioso de su estampa, trae una historia consigo. Este pequeño enclave de la costa catalana fue hace unos años protagonista de unas protestas que unieron a los pueblos de Palamós y Palafrugell, en contra de la urbanización de la zona de mano de una compañía hotelera. A ellos hay que agradecerles que esta cala permanezca auténtica.
Una vez pasada esta pintoresca cala, continuamos por la Playa del Castell, un destino mucho más turístico y abarrotado que el resto de calas que nos habíamos ido encontrando. Cruzamos la playa y nos integramos en una zona montañosa desde la que accederíamos al resto de las calas.
Existen dos rutas para ascender por la zona montañosa que continúa tras la Playa del Castell. Nosotros nos aventuramos por ambas, una a la ida y otra a la vuelta. La ruta del interior te permite alcanzar más rápido la zona donde se encuentra la Cala Corb, la Cala Canyers y, más adelante, la Cala Estreta. La senda es más amplia y pasa por la original Barraca d’En Dalí. Por otro lado, la más cercana a la costa, a pesar de acusar más los desniveles y ser más angosta, permite observar los escarpados acantilados a medida que avanzas. La decisión es vuestra.


Nosotros cometimos el error de hacer todo el camino con los escarpines para las rocas, mojados después de nuestro primer baño, y la verdad es que se hizo bastante duro. Aun así, si se va bien preparado, es una caminata muy asequible y permite llegar a ver muchos rincones de la costa, inaccesibles de cualquier otra forma.
Eso sí, aviso para tímidos: la mayor parte de las calas de esta zona son nudistas!
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