Para los que hemos vivido toda la vida en la costa, es difícil creer que pueda existir un plan más refrescante en verano que la playa. Pero, cada vez más, voy descubriendo el encanto particular de los lagos, embalses y pantanos que se esparcen por toda nuestra geografía. En este caso me refiero, en particular, al Embalse del Arquillo de San Blas en Teruel.

Cada viaje que hago a las provincias del interior supone un shock en cuanto al clima. En la costa levantina, el calor es húmedo y, por lo tanto, algo más llevadero. Pero el calor seco, de casi 40ºC al sol es algo a lo que no consigo acostumbrarme. El descubrimiento de ríos, lagos y demás masas de agua dulce ha supuesto una auténtica revelación y, casi, una necesidad.

Por ese motivo decidimos visitar este pantano que, además de permitir refrescarse con un bañito, supone un plan perfecto para el fin de semana. Así que, si os decidís a pasar un fin de semana en Teruel este verano, que no se os escape esta parada!

¿Qué encontrarás?

Nada más llegar, podemos contemplar desde el aparcamiento las vistas hacia la presa y el pantano en general. Este embalse, construido en el cauce del río Guadalaviar, tiene el agua tan clara que hasta podría parecer una piscina. El contraste de esta agua clara con las elevaciones que lo rodean dan un aspecto muy apetecible -y más en verano!- a este pantano.

Nosotras optamos por ir directas al embalse, pero también existía la posibilidad de llegar siguiendo el recorrido del Río Guadalaviar desde San Blas. En ese trayecto además encontraremos la antigua presa, una construcción con forma de arco, que da nombre al pantano.

A la entrada hacia la pequeña playa del embalse, encontramos un chiringuito y un merendero, donde podemos hacer picnic sin necesidad de consumir en el establecimiento. La parte negativa es que la zona no cuenta con baños, por lo que hay que apañarselas como se pueda.

La mayor atracción del pantano son los barcos a patín y las piraguas, que permiten llegar a conocer este rincón turolense desde más allá de la orilla. Los patinetes costaban, cuando fuimos, 8€ para dos personas (10€ con tobogán) durante 3 horas, y se alquilan desde el chiringuito que hay en la entrada. Esta es una de las ventajas de no estar en la costa, donde probablemente el precio sería más caro y el tiempo no llegaría a una hora.

Nosotras nos decidimos por alquilar un patinete y salimos a descubrir qué había más allá de donde nos alcanzaba la vista. Empezamos a pedalear hacia el lado derecho del pantano y, aunque el paisaje no cambiaba demasiado, al alejarnos de la zona de playa, daba la impresión de estar en un sitio totalmente diferente. Nunca hubiera esperado encontrar un sitio tan refrescante y relajante en Teruel. Se veían más barcos a patín y piraguas, pero aun así la tranquilidad era absoluta. Continuamos avanzando y en un saliente encontramos una pequeña pasarela, que hacía las veces de trampolín para los valientes que se atrevieran a saltarla. Esta plataforma de hierro, sin embargo, no está preparada para la función que se le ha dado, ya que tiene dos barras al final que impiden el paso directo. Así que cuidado al pasar esas barras o podríamos caer al agua antes de tiempo!

 

Después de atrevernos a darnos un chapuzón desde ahí, emprendimos el camino de vuelta tranquilamente. Aun nos quedaba pantano por descubrir más allá, pero tuvimos que dejarlo para otra ocasión. Esta playa de Teruel nos había relajado tanto, que ni nos dimos cuenta de cómo de rápido se pasaron las tres horas de alquiler del patinete. Pero la parte positiva, es que aún habrá cosas que descubrir para la próxima visita.

¿Cómo llegar?

Salir de Teruel cogiendo la carretera N-234 en dirección al pueblo de San Blas. Una vez dentro del pueblo, seguir la carretera hasta que encontremos este desvío (en la foto) hacia el Camino del Pantano.

Seguir esa carretera que serpentea entre los campos hasta llegar a un aparcamiento que queda a la altura de la presa que forma el Embalse. Aparcar donde sea buenamente posible.