Durante nuestros días por esta ciudad de cuento de hadas que es la capital de Estonia, nos recomendaron dos sitios para comer: el Draakon III era uno de ellos.
La ubicación de este pequeño restaurante era afortunada, ya que se encontraba en plena plaza mayor de Tallin. Nos dirigimos por lo tanto hasta allí, a Raekoja Plats, y tras cruzar el porche de los bajos del ayuntamiento, nos encontramos con esta pequeña joya medieval.
Nada más cruzar la puerta te envuelve un ambiente entre cálido y lúgubre. La taberna está únicamente alumbrada por velas, lo que le da el aire típico de estas posadas que vemos en películas. Esas donde hombretones barbudos llegan tras un largo viaje, dispuestos a acabar con todos los barriles de cerveza que les echen. Además, las camareras van vestidas con un atuendo tradicional, por lo que todo lleva a pensar que el lugar es una representación en vivo de la vida en el Medievo.
Tras esta primera impresión, nos dispusimos a observar el menú. Como buena taberna medieval, la oferta no era mucha: sopa de verduras calentita, hecha en una especie de marmita; y empanadillas de diferentes carnes y de verduras. Cogimos una empanadilla de cada, para probarlo todo, y un plato de sopa. La camarera – con pinta de posadera medieval- nos sirvió todo, pero al ir a sentarnos a la mesa, nos dimos cuenta de que nos faltaban los cubiertos. Se lo dijimos y, para nuestra sorpresa, la tabernera nos explicó que en la Edad Media no tenían cucharas, así que si no habíamos traído una con nosotros tocaba apañárselas. Creo recordar que sorbimos la sopa.
A pesar de los pequeños inconvenientes que traía este viaje al pasado, hay que reconocer que esta pequeña taberna, que te lleva directo al Medievo tanto con su ambiente como con su comida, definitivamente merece una visita.
Imagen de portada: Callejeando por el planeta / Imágenes del restaurante Draakon III: TripAdvisor