Aunque la isla sea mayormente conocida por ser la meca de la fiesta en época estival, a nosotras nos acabaron enamorando los momentos previos a la vida nocturna.

Hippie por excelencia, en Ibiza parece costumbre recibir los atardeceres entre sonrisas y aplausos. Diferentes puntos de la isla lo han adoptado como tradición, y una situación tan diaria como un atardecer puede convertirse en algo mágico, si eliges el lugar y la compañía perfecta para ello.

El atardecer del domingo en la Cala Benirrás -cercana a Sant Miquel en el norte de la isla-, es del que voy a hablar en esta ocasión. Además, especifico que es importante ir en domingo porque, aunque cualquier otro día de la semana el atardecer es seguramente igual de embargador, el domingo es un auténtico espectáculo, ya que lo acompañan con sonidos de tambores.

La cala es fácilmente accesible con coche y tiene un enorme aparcamiento a su entrada que, para cuando nosotras llegamos -en torno a las 19h- ya estaba abarrotado. Una vez aparcadas (donde buenamente pudimos!), nos dirigimos a la playa donde te recibe un enorme mercadillo hippie, donde venden desde vestidos hasta bisutería o adornos. Ya desde ese punto empiezan a percibirse los sonidos de tambores.

Tras visitar el mercadillo, nos acercamos al lado izquierdo de la cala donde una multitud rodeaba ya a los artistas. Vestidos -o mejor dicho, prácticamente desvestidos- únicamente con lo necesario para cubrir partes sensibles, los hippies que marcaban los ritmos de la puesta de sol no dejaban ni un segundo de golpear sus tambores. A medida que el sol iba bajando, los golpes disminuían su frecuencia y aumentaban su potencia y el silencio que rodeaba la cala se hacía mayor.

En un momento dado, cuando el sol ya estaba a media hora de rozar el horizonte, un anciano de barba blanca e indumentaria tribal nos hizo girarnos hacia el mar, dejando a nuestras espaldas el espectáculo de los tambores y los bailes de una mujer medio desnuda, que no había dejado de moverse, probablemente, desde bastante antes de nuestra llegada. De esta manera vimos el sol bajar hasta rozar el mar, rodeados de mil personas que, como nosotras, estaban únicamente rodeadas de sus pensamientos y de los ritmos de los tambores. Aunque ni una palabra ni mil imágenes puedan describirlo, en este vídeo podréis ver ese momento mágico, atardeciendo en verano en Ibiza.